El Vacío, ¿Espectador o Protagonista?

Es curioso cómo después de horas consumiendo contenido digital lo único que queda es un vacío difícil de describir. Al principio hay estímulo, risas rápidas, noticias fugaces, videos que atrapan la atención por segundos… pero al apagarse la pantalla, lo que aparece es una sensación de cansancio mezclado con insatisfacción. Es como si el cerebro hubiera corrido una maratón de imágenes y sonidos, pero el corazón no hubiera vivido absolutamente nada.

En ese silencio incómodo después del scroll infinito, surgen sentimientos de frustración y preguntas que pesan: ¿qué hice con mi tiempo?, ¿qué logré hoy?, por qué me siento más cansado que antes de empezar. La mente se llena de comparaciones, de metas ajenas que parecen inalcanzables y de un eco de ansiedad por lo que no hemos construido en nuestra propia vida. Y en medio de tanto ruido digital, nuestros propios sueños quedan arrumbados, esperando a que los volvamos a mirar.

Ese vacío se siente en lo cotidiano: en las conversaciones que se vuelven superficiales, en la cama en la que no descansamos, en la sensación de estar rodeados de “todo” pero faltándonos lo más esencial: nosotros mismos. Consumir sin crear, mirar sin actuar, comparar sin vivir, nos va apagando poco a poco.

Pero dentro de ese vacío también hay una oportunidad. Porque sentirlo significa que todavía hay algo en ti que reclama atención, que no quiere conformarse. Ese malestar es un llamado. Y el rumbo puede cambiar en cualquier momento: basta con decidir que ya no quieres seguir como espectador, que prefieres ser protagonista de tu historia.

Hoy puede ser ese parteaguas. Hoy puedes apagar la pantalla y encender un plan olvidado, un hobby guardado, una meta que parecía imposible. La chispa está en darte cuenta de que no necesitas más contenido: necesitas más experiencias propias. Y ahí, justo ahí, comienza la vida plena.